Fabiana Pavel: El
Turismo masivo desaloja a la población local de sus hogares
[Entrevista]
José Carlos León ·
06/07/2016 |
Fabiana Pavel,
Arquitecta italiana residente en Lisboa, ha presentado en el reciente
congreso Contested_Cities celebrado en la Universidad Autónoma de
Madrid una interesante ponencia sobre la Gentrificación, Turismo y
Derechos de la población residente. Hemos aprovechado para
preguntarle sobre un tema que afecta a capitales como Madrid o
Barcelona y pequeñas poblaciones de todos los países visitadas por
millones de turistas cada año. Mientras unos lo consideran una
fuente de ingresos que asegura la supervivencia y conservación de
esos lugares, otros, como ella, consideran que en realidad se están
destruyendo irremediablemente. Esto fue lo que nos contó.
El turismo acabará
con las ciudades tal y como las conocemos haciéndolas todas iguales.
Para Pavel, los
centros históricos o bien se encuentran en grave estado de
degradación o son objeto de intereses inmobiliarios. Estos recurren,
de forma muchas veces distorsionada, a los conceptos de
rehabilitación, regeneración o recalificación urbana, asociándolos
en realidad a prácticas de gentrificación y/o renovación. La
arquitecta experta en el tema cree que el incremento del turismo
cultural asociado a una mayor facilidad de desplazamiento, así como
el marketing cada día más elaborado, han transformado el turismo
cultural un fenómeno de masas.
“La globalización
de la economía se manifiesta también a través del turismo,
aportando beneficios, y a la vez, excluyendo las identidades locales
y transformando los espacios en objetos de consumo”.
En términos
urbanísticos, esta situación lleva al reemplazo del comercio
tradicional, la construcción de hoteles, la transformación de
domicilios en alojamientos turísticos, el incremento de los valores
inmobiliarios y del coste de vida, factores que, a su vez, conducen
al éxodo de sus habitantes.
¿Qué es
gentrificación explicado para alguien que viaja a otro país atraído
por las fotos de los folletos o publicadas por sus amigos en redes
sociales?
F.P.: La palabra
“gentrificación” es un neologismo creado por la geógrafa
británica Ruth Glass en 1964, y se refiere, de forma muy
simplificada, a la sustitución de una población de parcos recursos
económicos por otra de mayores recursos. Por lo que en la base del
concepto, está una cuestión social cuyo principal motor es el
capital económico. Desde los años sesenta hasta hoy, la economía,
la cultura y el paisaje urbano han sufrido grandes cambios. Según
varios investigadores, y yo misma, lo que permanece válido y
caracterizador del proceso es la sustitución, forzada, de la
población; es decir, el turismo de masas conlleva la sustitución de
la población residente por otra, que está de paso, alojada en
hoteles, hostels y airbnb. La población residente resulta, entonces,
desalojada de formas muy diversas y más o menos directas.
No debemos culpar al
turista, pues él es igualmente impulsado a “consumir” el
espacio, el mismo espacio que es indispensable para el residente como
su forma de estar en el mundo.
Las fotos y folletos
publicitarios de los que hablas son fruto de un marketing urbano
extremadamente bien construido, que ilude (engaña, burla) también a
los turistas, a quienes se promete un escenario perfecto y atemporal.
¿Por qué es
negativo este efecto cuando podría pensarse que es una forma de
conservación de los barrios tradicionales poniéndolos en valor
económico?
F.P.: Porque si es
verdad que existen algunos habitantes o comerciantes que consiguen
obtener algún beneficio, en general, éste no se comparte con la
población, sino que se lo quedan las grandes empresas
multinacionales y, normalmente, no se redistribuye, ni tampoco se
reinvierte en la administración de la ciudad. Venecia es el ejemplo
más llamativo de esta situación.
Además de la
cuestión económica, del punto de vista de la rehabilitación y de
la arquitectura, lo construido no es realmente restaurado. Los
conceptos de rehabilitación y recuperación se utilizan de forma
estratégica para esconder procesos de renovación y de fachada. Es
muy común escuchar que “al menos los edificios que estaban en
malas condiciones se recuperaron” y que “un día pueden volver a
utilizarse como viviendas”. Pero la transformación interna de un
edificio cambia la lógica del mismo, los espacios necesarios para un
hotel son totalmente diferentes de los espacios necesarios para una
vivienda. Además, el patrimonio no se limita a la fachada, la
arquitectura es una obra de arte con muchos componentes y, como tal,
tiene implicaciones sociales.
Somos llevados a
pensar que si el edificio tiene una pintura bonita en su exterior,
está conservado, pero insisto en que los valores patrimoniales de la
arquitectura no se limitan a su fachada. A su vez, los valores
inmateriales también se transforman en consumo y son desprovistos de
su significado real.
¿Cómo puede un
turista concienciado evitar la gentrificación? ¿Por qué debería
evitarla?
F.P.: Antes, durante
y después del viaje debería procurar entender, dentro de lo
posible, cuál es la realidad socio-cultural y económica del lugar
que visita. Evitar consumir lo mismo que encuentra en su país de
origen, y sobre todo, tener presente, como viajante, que sus
exigencias pueden no coincidir con las de un residente.
El caso que estudio
con detalle es el Bairro Alto, en Lisboa, barrio tradicional de la
vida bohemia de la que los propios habitantes se enorgullecen; pero
la misma cambió mucho en los últimos años, y más de una vez, se
volvió un objeto de consumo. La higiene y el ruido se volvieron
problemáticos para sus habitantes, aunque en este aspecto considero
que los propios lisboetas tienen mucha culpa, con comportamientos que
denotan sobre todo falta de civismo. Yo pregunto: ¿te gustaría que
alguien se pusiera tocando la guitarra a las 4 de la mañana en la
puerta de tu casa? Por eso es importante que tanto los turistas como
los mismos lisboetas sepan respetar y preservar el espacio público.
¿Por qué debería
evitarla? Porque el viaje es, ante todo, una experiencia interior que
nos ayuda, al confrontarnos con los demás, a entendernos a nosotros
mismos. Si viajamos impulsados a consumir lo que consumimos en casa,
el viaje no aportará nada a nuestro desarrollo personal. Además, al
viajar, tenemos que ser conscientes de que estamos entrando en un
espacio que no nos pertenece y que, por lo tanto, debemos respetar.
Lisboa es una ciudad
fotogénica y pintoresca, famosa por su aspecto decadente que le da
autenticidad ¿Durará mucho tiempo así? ¿Cómo ha cambiado en los
últimos años?
F.P.: Ésta es una
cuestión muy contradictoria. Yo amaba aquella Lisboa decadente y
romántica. Sin embargo, no podemos olvidar que aquella decadencia
implicaba la falta de condiciones básicas de habitabilidad. Esa
visión se dio a conocer, por ejemplo, con el film “Lisbon Story”
de Wim Wenders, o con la novela de “Sostiene Pereira” de
Tabucchi, y representa una visión congelada en el tiempo que, aunque
bella, no es deseable.
Lo que hoy preocupa
es la presencia de una sociedad, en la mayoría de los casos
necesitada, que reclama el derecho a ser portadora y (re)productora
de su propia identidad y de su espacio.
Un hecho que me
gustaría destacar es que en la década de noventa, el Ayuntamiento
de Lisboa lanzó un proyecto pionero que procuraba la rehabilitación
de las casas, para que los habitantes pudieran ganar las condiciones
de habitabilidad que le faltaban, con el objetivo de proporcionarles
las condiciones básicas de vida indispensables y así permanecer en
su lugar de residencia. En esta época, el arquitecto Felipe Lopes,
director de la Dirección Municipal de Rehabilitación Urbana (DMRU),
defendía, con números, que para el Estado era más económico la
rehabilitación de edificios en el centro de la ciudad que la nueva
construcción de viviendas sociales en la periferia.
El pintoresco es
romántico, pero irreal. Lo que es indispensable es proporcionar a
todos el derecho a la ciudad.
¿Qué hubiera
pasado sin la gentrificación permitida por las autoridades? ¿Qué
alternativa había?
F.P.: El
Ayuntamiento de Lisboa ya tenía la solución que fue defendida, como
he dicho antes, por la DMRU y el arquitecto Felipe Lopes. El cambio
político para un juego claramente neoliberal hizo perder la
experiencia alcanzada en aquellos años, y también, es importante
subrayar, se perdió la inversión económica que ya se había hecho.
Las políticas urbanas no pueden nunca tener un efecto inmediato,
tienen que mantenerse para que se consigan resultados a largo plazo.
¿Conoce algún
caso parecido en otras partes del mundo?
F.P.: En España, el
caso más conocido y representativo, genialmente explicado por Manuel
Delgado, es Barcelona. Recientemente muy bien trabajado por mi amigo
y compañero Agustín Cócola Gant. En todo caso, el modelo se repite
en todo el mundo, desde Venecia hasta Nueva Orleans.
¿Qué es lo peor a
nivel social de este fenómeno?
F.P.: Quitarle a la
población el derecho a la ciudad, en favor de un beneficio económico
que favorece sólo a las multinacionales.
¿Y no hay nada
positivo? ¿No se beneficia la ciudad o el ciudadano normal de este
proceso y desarrollo comercial y turístico? ¿No crea empleo o hace
mas diversa y cosmopolita la población?
F.P.: En la gran
mayoría de los casos sólo se crean trabajos informales y/o de corta
duración que, en realidad, acaban por incrementar la deuda
individual y pública. De forma muy sencilla y sintética, la mayoría
de las personas que trabajan en el sector turístico no tienen
contrato de trabajo, no tienen beneficios fiscales (aspectos que, por
lo menos en los países europeos, después de la Segunda Guerra
Mundial, se habían conquistado con muchas luchas) y acaban, al cabo
de pocos meses, en el paro, con costes para el Estado.
La ciudad, desde un
punto de vista patrimonial, se reduce, así, a un mero objeto de
consumo. A mi modo de ver, los ayuntamientos están cometiendo un
gran error histórico.
¿Queda algún
barrio en Lisboa que no se haya gentrificado aún y que nos pueda
recomendar?
F.P.: En el centro
de Lisboa no existe un barrio entero que esté a salvo de este
fenómeno. Aún existen algunos pequeños y pocos lugares, que guardo
como un tesoro, pero si os interesan, estaré encantada de
acompañaros y llevaros hasta ellos.
Despedimos a la
Dra. Pavel, después de haber compartido un plato de jamón al que
acompañaba la receta nada castiza de verduras en tempura, en la
terraza de un pequeño callejón que une los barrios de Conde Duque
con Malasaña. Nos ameniza la cena entrevista un acordeonista
interpretando la banda sonora de Amelié y La Vida es Bella.
Probablemente, salvo el jamón, podríamos estar en cualquier calle
turística de la vieja Europa. Los vecinos, resignados, apagan las
luces.
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