Enquanto
Fernando Medina continua a assobiar para o lado, Manuel Salgado a
negar responsabilidades sobre a catástrofe que está a ser
construída, e o Turismo de Lisboa a desenvolver contra informação,
o El País publica este artigo. Os espanhóis sabem do que falam.
Eles
assistiram ao mesmo processo em Barcelona e são agora confrontados
com as consequências.
OVOODOCORVO
Lisboa,
genealogía de un colapso turístico
El
monocultivo turístico pone en jaque el derecho a la vivienda digna
en la capital portuguesa
AUTOR INVITADO -
DANIEL MALET CALVO
Lisboa 16 FEB 2017 -
09:27 CET
El pasado mes de
enero aparecía en los medios portugueses una carta abierta, “Morar
em Lisboa” (Vivir en Lisboa), que alertaba de las dificultades que
enfrenta una gran parte de la población lisboeta a la hora de
acceder a la vivienda de forma justa. La misiva, firmada por
organizaciones ciudadanas y de vecinos, así como por un nutrido
grupo de académicos y profesores del ámbito de las ciencias
sociales y de los estudios urbanos, advertía de las derivas obscenas
que esta cuestión estaba provocando en las vidas de los habitantes
de la capital portuguesa. Durante los últimos 3 años la subida de
los precios de los alquileres se ha situado entre el 13% y el 36%,
siendo del 46% en el caso de precio de compra, lo que coloca a los
residentes en la situación de gastar hasta un 60% de sus
rendimientos familiares en asegurarse un lugar para vivir, algo muy
alejado del derecho a la vivienda que promulgan tanto la Constitución
portuguesa como la Nueva Agenda Urbana de la ONU.
Por supuesto que a
estas alturas ya nadie niega cuales son las causas de esta catástrofe
que está descomponiendo los barrios y devorando las ciudades, no
solamente en Lisboa: la apertura descontrolada al turismo de masas y
a la atracción de inversores de todo tipo, así como la vergonzante
renuncia de las administraciones públicas a contener las fuerzas del
capitalismo inmobiliario y de la gentrificación en beneficio de los
derechos de los habitantes y del tejido social de las ciudades. En
este sentido, la carta señala con mucha razón las responsabilidades
compartidas tanto por la industria turística transnacional como por
las autoridades lisboetas y portuguesas, responsables de legislar
para facilitar los desahucios y de animar con incentivos fiscales muy
generosos las actividades de los inversores y especuladores, quienes
están adquiriendo vivienda masivamente con el pretexto de la
rehabilitación y con la finalidad de destinarlo a usos turísticos.
La guinda final la ponen las llamadas “economías colaborativas”,
desde AirBnB hasta Uber, unos dispositivos que a parte de ocultar
grandes propietarios dispuestos a huir de sus obligaciones fiscales,
han servido también para encubrir profundas desigualdades
estructurales, proporcionando actividad económica a pequeños
propietarios en el límite de la empleabilidad: quienes no encuentran
trabajo se ven obligados a poner su casa o su coche al servicio de
las actividades económicas urbanas.
Si quisiésemos
trazar una genealogía histórica que nos condujese hasta la
situación actual de monocultivo turístico tendríamos que pasar,
claro está, por la triada de eventos que colocarán a Lisboa en
pocos años en el ranking de las ciudades más atractivas para
visitar y para invertir. Como si fueran descomunales campos de
experimentación, las ciudades (y sus habitantes) deben someterse al
orden excepcional y festivo de los macro-eventos para que los
inversores locales y extranjeros puedan evaluar la idoneidad de las
infraestructuras, del ambiente urbano y de la conducta de sus
ciudadanos, como un ensayo antes de poner rumbo hacia la
mercantilización total del espacio y de la vida de las ciudades.
Lisboa empezó su
andanza hacia el Olimpo de las ciudades-mercancía con la Capitalidad
Europea de la Cultura en 1994, un evento que sirvió para re-diseñar
el perfil y el aspecto de ciertas áreas de la ciudad central, en
aquel entonces sumamente degradadas. En una intervención puramente
cosmética, consistente en pintar las fachadas de unos 70 edificios
que se encontraban en bastante mal estado, los organizadores
diseñaron una serie de rutas “culturales” que irían a señalar
lo que es hoy uno de los recorridos más turistificados de la ciudad:
El Chiado y el Bairro Alto. La celebración de la Exposición
Universal 4 años después, en 1998, supone ya una vuelta de tuerca
más en la proyección internacional de la ciudad, semejante a lo que
supusieron las Olimpiadas de 1992 para Barcelona. La Expo vino
acompañada además por la re-cualificación urbana de toda una zona
situada en los límites municipales, donde se construyó vivienda,
hoteles y los pabellones en sí (uno de los cuales acabaría
albergando el futuro Casino de Lisboa), además de grandes
infraestructuras, entre ellas un centro comercial gigantesco, una
estación central de ferrocarril diseñada por Calatrava y el segundo
puente sobre el río Tajo. A propósito del estuario del Tajo, esa
nueva centralidad urbana que constituía la Expo se volcaba de pleno
sobre el elemento marítimo como factor de atracción, lo que además
conectaba con el tema de la feria: “Los océanos, un patrimonio
para el futuro”.
Finalmente, un
tercer gran evento culminaba este ciclo para la ciudad poco antes de
la crisis de 2008: la Eurocopa de la UEFA. Si la capitalidad europea
había puesto Lisboa en el mapa del turismo cultural, y la Expo había
mostrado las posibilidades de explotar la ciudad como un destino
ligado a las actividades marítimas, la Eurocopa añadiría el
elemento del ocio nocturno como factor de atracción de turistas. ¡Y
de qué manera!
En apenas unos pocos
años, el que había sido el epicentro de las celebraciones y los
excesos alcohólicos de los hooligans de toda Europa durante aquél
verano de 2004, el Bairro Alto, se transformó en el destino de ocio
nocturno urbano low-cost por excelencia para los jóvenes de clases
medias-bajas tanto de las islas británicas como de las poblaciones
más cercanas del estado español. En pocos años la vida nocturna se
ha ampliado hasta colonizar nuevos espacios en la ciudad, generando
dinámicas de segregación socio-espacial tanto de sus antiguos
usuarios como de los vecinos, que han huido víctimas del ruido
nocturno y de una nula política de planificación urbana. La última
etapa de este proceso de atracción de visitantes vino dada
precisamente por la crisis, que beneficiaba destinos baratos como
Lisboa, así como por la inestabilidad política de los países
norte-africanos a partir de 2011, que desviaba un gran flujo de
turistas hacia la capital portuguesa. El consenso público-privado
sobre los beneficios del turismo llevó a las administraciones a
gastar millones de euros en campañas publicitarias promoviendo la
ciudad como destino de fin de semana, lo que fue recompensado por los
galardones de la industria, los World Travel Awards, con la concesión
del Europe’s Leading City Break Destination en 2009, 2010 y 2013, y
del Europe’s Leading Cruise Port & Destination en 2014 y 2016.
La expansión y abaratamiento tanto de la industria del transporte
mediante las compañías low-cost como del alojamiento mediante
plataformas como Booking o AirBnB, pusieron el resto de ingredientes
para la turistificación de Lisboa.
Hoy, la ciudad
entera se encuentra sacudida por las dinámicas de cambio y
transformación propiciadas por las apuestas del pasado por una
política urbana neoliberal: la apertura de nuevos espacios gourmet y
de lujo inaccesibles para los habitantes, el desplazamiento de la
población más vulnerable hacia una periferia invisible, o el
colapso circulatorio cotidiano en una ciudad ya de por sí mal
planificada a nivel viario. El colectivo artístico Left Hand
Rotation, publicó el pasado noviembre su visión particular de esta
sacudida, emparentando el tremendo impacto de la turistificación en
Lisboa con otro evento traumático en la historia de la ciudad: el
terremoto de 1755. Su documental Terramotourism quedará como
testimonio de una época que, al igual que el terremoto que destruyó
completamente la ciudad en el siglo XVIII, vino a cambiar para
siempre el perfil de la ciudad.
* Daniel Malet Calvo
es doctor en antropología social por la Universidad de Barcelona y
miembro del GRECS-UB, del Institut Català d'Antropologia y de la red
antropológica sobre estudios turísticos, Turismografías.
Actualmente en Lisboa, como investigador del Centro de Investigação
e Estudos de Sociologia (CIES-IUL), trabaja sobre el impacto de los
estudiantes Erasmus en la economía urbana, así como en la relación
de los mismos con las dinámicas de gentrificación nocturna en
Lisboa. Coordina el blog del grupo de investigación LXNIGHTS, del
que es también miembro.
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